En muchas ocasiones los políticos no llegan a entender porqué la gente no participa de sus actos y sus actividades en general. ¿Qué ocurre con la gente que no se engancha? ¿Acaso las acciones proselitistas no sirven más?
Claro, que sirven, pero lo que hay que entender es que sirven mientras estén manejados desde la transmisión de un mensaje emotivo y no desde el racionalismo.
Los políticos comunican pero tratan de convencer a nuevos seguidores para alguna causa política desde un plano equivocado: la razón.
La razón de las personas está muy ocupada con tratar de interpretar, analizar y filtrar un cúmulo importante de información que se emite desde los medios de comunicación todos los días. En todo caso, en el proceso de selección que realiza la razón de cada persona ante este estímulo informativo constante que ingresa, tiende a bloquear la referida a la política. Seguramente, todos se preguntan porqué ocurre esto y porqué la gente no ve ni escucha a los políticos. La respuesta es bastante sencilla: la gente está cansada de sus temas; que no resultan interesantes y cada vez que escucha a un político hablar le resulta aburridísimo la forma en que lo hace.
Entonces, como las fallas están centradas en la forma de comunicar que tienen los políticos–que no le llega a la gente- y en los mensajes nada interesantes que comunican, las personas discriminan ésta información a través de su razón. Al no estar interesados, no existe posibilidad de que los toque emocionalmente.
Por eso, para buscar y lograr una conexión con el ciudadano, los políticos deben encuadrar su política comunicacional desde otro enfoque, el emocional. Con esto no digo que haya que dejar de lado el contenido del mensaje político y darle menor importancia a lo que se dice, pero resulta imprescindible centrar los mensajes en el “Cómo” y en el “Cuándo”.
Cómo emitir el mensaje y Cómo lo recibe la persona, Cómo lo interpreta y, principalmente, Cómo lo SIENTE. Cuándo lo va a recibir, para que lo interprete mejor y lo sienta más profundamente.
El contenido de los mensajes políticos no hace cambiar la opinión de los ciudadanos, sino la forma en que se emite ese mensaje. Tratar de convencer al elector a través del razonamiento fundamentado en la lógica de nuestro planteamiento o postura no sirve de nada. Las personas hacen oídos sordos a esto bloqueando esa información.
Es curioso cuando se dice que ningún candidato logra “enamorar” al electorado. Ahí está la base de la cuestión: ¿Cómo se va a enamorar a un electorado si se les está hablando a su cerebro y no a su corazón? El mensaje en lugar de estar dirigido a las emociones de las personas está siendo conducido a sus razones. La clave está en emocionar a las personas.
El camino para tocar el corazón de la personas es el de diagramar una “política comunicacional del deseo” en la cual se activen valores e ideales que están vivos en el inconsciente colectivo del pueblo.
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